martes, 26 de noviembre de 2013

¿Rutina?

Otra vez igual. Noto como está inmerso en sus pensamientos, da igual lo que yo pueda decir, o hacer, que es como si hablara con una pared. 
Entiendo su preocupación, es decir, supongo que es por algo que realmente le hace ilusión, pero en ese aspecto llego a sentirme ignorada, no me parece justo.
A veces me cuesta incluso mirarle a los ojos.
Le quiero, y mucho, pero no sé qué cojones me pasa. ¿Falta de atención? Lo dudo. ¿Hormonas? Aún más.
Quizá debería dejar de pensar en ello cuando estoy con él, en plan, dejarme llevar, no dejar traspasar esos pensamientos negativos que tanto me azotan cuando estoy sola. 
Un beso, otro, y otro más, y un "¿Qué te pasa?" al cual no sabes responder. Y en esa milésima de segundo que tienes para decidir que hacer, si dejar a tus emociones liberarse en forma de desahogo y lágrimas o reprimirlas e intentar olvidar.
El hecho de que nada es suficiente no deja de venirme a la mente, como si se tratara de un virus que puebla una célula causando una enfermedad. No se va. Sea como sea esa idea no se va. Y es cuando tú piensas qué debes hacer al respecto.
Quizás sean unos días sensibles, de esos tantos que tenemos a lo largo de los meses. Quizás sea cuestión de tiempo.
Por que aunque sienta eso se que lo que menos quiero es no estar con él.


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