martes, 26 de noviembre de 2013

Nadie.

Andas por la calle, rodeada de gente que pasa por tu lado. Hay lágrimas presentes en tus ojos, y cada vez que alguien pasa tú agachas la cabeza, la giras a un lado y luchas como puedes por que no vean tus húmedas mejillas. Completamente inútil, pues todos lo ven, pero igualmente sabes que nadie preguntará. La gente suele ver a alguien por la calle y ni preocuparse. Es normal, ¿no? esa persona no es parte de su vida, pues ¿Para qué si quiera preguntar?
En esos momentos realmente ni quieres que lo hagan, es más, te gustaría encontrar un lugar en el que poder estar sola, y no expuesta a la mirada de todos.
Te hundes en tus pensamientos una vez más. Los "¿Por qué?" nublan tu mente. Realmente ni tú misma sabes el motivo, pero te sientes mal. Es como una acumulación de muchas cosas, ya hace tiempo que dejó de ser por algo en concreto. Sientes soledad, se te pasa por la cabeza el hecho de que a esa persona le da igual todo, pero en el fondo sabes que no es así. Pero... Tratar de autoconvencerte no sirve de nada, puedes darte a ti misma los motivos que quieras, que no va a cambiar nada, tus lágrimas seguirán aflorando, una tras otra lentamente hasta que ves una figura a lo lejos, entonces te limitas a limpiártelas con las mangas de la sudadera, esperando y rezando por que no se percate de tu estado y no te pregunte.
Las explicaciones siempre son odiosas.


"Amé llegar, odié la despedida..."

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